Tal como fue concebida la Acupuntura hace miles de años en el lejano oriente, este tratamiento se basa en la inserción de agujas diminutas en puntos clave de nuestro cuerpo. Su fin es ayudar a regular el funcionamiento de ciertos órganos (o ciertas glándulas) con el fin de conseguir restaurar el equilibrio en nuestro organismo. Hoy en día, gracias a la aparición de los adelantos tecnológicos y a la perfección de las técnicas milenarias gracias al aval de la ciencia, ha surgido un nuevo tratamiento llamado la “Biopuntura”. Este tratamiento toma los principios de la acupuntura pero sustituye las agujas por inyecciones de tamaño muy pequeño que resultan, en esencia, muy parecidas a las utilizadas por la homeopatía. Es de notar que los compuestos de estas inyecciones son en su gran totalidad ingredientes naturales y que son preparados según cuál sea la necesidad del paciente.
Suele ser utilizada para tratamientos tan diversos como pueden ser el acné, las alergias, las cicatrices, las manchas en la piel, la celulitis y el estrés. En una sesión habitual de Biopuntura, se localizan en los puntos reflejos del cuerpo (esto dependerá, por supuesto, de cuál sea la dolencia que se desee tratar) unas ampollas pequeñas que poseen en su interior dosis de medicamentos. Una vez que son inyectadas, son las encargadas de liberar las sustancias naturales que, gracias a las agujas, van al sistema nervioso. Es muy importante saber, que este tratamiento estimula la curación natural, ya que colabora a regular el funcionamiento de nuestro cuerpo.
Antes de someterse a su primer sesión, cada paciente debe ser evaluado según su edad, su sexo, su peso, su altura y cuál es la dolencia que lo aquejo. Con esto se logrará establecer de manera adecuada cuáles serán los químicos necesarios y los puntos reflejos necesarios para el tratamiento. Las agujas deben permanecer en su sitio una media hora para que puedan realizar su trabajo de manera efectiva.
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